domingo, abril 27, 2008

EL ESPEJO DE DIOS



“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
(2 Corintios 3:18)


“Por tanto” es “raya para la suma”, conclusión, corolario, respuesta final de algo que ya se ha dicho: el contexto. Por tanto, también, hay que conocer qué se dijo anteriormente, para no llegar a conclusiones peregrinas.

El escritor sagrado opone “franqueza” a “velo”. Moisés, según San Pablo, se ponía un velo para que los hebreos no vieran que la Ley iba a ser abolida, es decir el régimen de obediencia a mandamientos y estatutos escritos y no el régimen de fe en la gracia de Dios. Esta última no era tan desconocida, porque fue el sistema anterior, con Abraham, padre de la fe.

La comprensión que los hebreos tenían de las cosas de Dios fue nula, se embotó, se hizo ineficaz. La única forma de que a los judíos les sea quitado ese “velo” es por medio de Cristo, un velo para comprender el Antiguo Pacto. Se refiere al pacto de Dios con Moisés, no a otros pactos como el de Noé, Abraham, Adán, etc. Este velo no sólo está sobre su mente, su racionalidad, su comprensión, sino sobre su corazón.

Cuando nos convertimos a Cristo, un velo nos es quitado. El velo de los judíos es la Ley, sta es un medio y ellos la ponen como un fin; el velo de los religiosos es su cuerpo de creencias que les impide recibir en plenitud el amor de Dios; el velo de los incrédulos es el ego.

Como el Señor es libertad, trae liberación a las personas cuando se acercan a Él. Una cosa es acercarnos a la Ley de Moisés, otra cosa es acercarse a la religión y una cosa muy diferente es acercarse a Jesucristo. ¿A quién te has acercado tú?

En base a todo lo anterior, nosotros, mirando a cara descubierta al Señor Jesucristo –no a mi iglesia, no a mi creencia, no en mi ignorancia, no a mi capacidad, a mi orgullo, a mi modo de pensar, a mi tradición, no a mi educación ni a mi cultura, inteligencia, posición social, etc.- franca y directamente a Sus ojos…

¿Ha mirado usted a Cristo a los ojos? Si no lo ha hecho aún, ya es hora de que lo haga. No tema, Él es su Maestro, su Salvador que le ama, su Señor, su Amigo, su Médico, su Esposo, su Sustentador que le alimenta. Cuando no nos atrevemos a mirar a alguien a los ojos, es que escondemos algo, es que nos consideramos indignos, pecadores, sucios, etc. Usted es digno porque es un hijo de Dios, usted ha sido limpiado por la sangre de Jesús, usted es santo y tiene todo el derecho a mirarle a los ojos. Atrévase. Él quiere que usted le mire y le vea. Vea la gloria del Señor. Él es la imagen del Dios invisible.

En esto hay un misterio de transformación, de renovación, de metamorfosis espiritual. Dice la Sagrada Escritura “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu Santo”. No es magia que cuando admiro a alguien comience a imitarle, que el alumno que está pendiente de cada palabra y movimiento y gesto de su profesor, luego piense como él y hasta actúe como él. No es magia que los discípulos, que eran timoratos, incrédulos, rudos, ignorantes, pero con un corazón abierto al Maestro, luego se transformaran en apóstoles, pescadores de hombres, al igual que Jesús, su Modelo.


De gloria en gloria, de triunfo en triunfo, de luz en luz, de éxito en éxito; así seremos transformados paulatinamente, si miramos a Cristo a cara descubierta, sin ningún tipo de velo, miedo ni prejuicio. Le desafío a que busque Su Rostro desde el amanecer.

No hay comentarios.: